Los carteles generan
desconfianza. Poner a una niña pelirroja y su arco sobre unas letras
gigantescas que rezan "Brave (Indomable)", nos
incita a pensar que estamos ante otra película de animación para
los más pequeños. Pobres padres y pobres hijos, se van a llevar un
buen chasco; solamente una escena de caídas en 90 minutos. Quizás
la inclusión de los pequeños principitos pelirrojos y sus trastadas
provoque algunas risas infantiles en el auditorio, pero en suma, el
tiempo pasado viendo la película se convertirá en un rosario de
amargura por culpa de los chirriantes gritos de la muchachada para la
mayoría de los padres y para los que como yo, iban a ver un producto
perfecto como suelen serlo los de Pixar. Porque reconozcámoslo,
Pixar no hace películas, hace productos, y muy buenos por cierto.
Estudiados concienzudamente desde preproducción para atraer a las
salas al mayor número de público posible: desde bebés que
solamente disfrutarán de los colores brillantes y atractivos que
inundan cada escena, pasando por las niñas prepuber que adoran a las
princesas, sin olvidar a los “encantadores” niños que tanto
disfrutan con las escenas de caídas y mamporros. Como es de esperar
todo este target no puede ir sólo al cine, hecho que genera
toda una corriente de vehículos monovolumen que emanan desde las más
reconditas urbanizaciones del extraradio. Padres felices y
agradecidos, que ven en el nuevo cine de animación la mejor forma
para educar a sus hijos, de la misma forma que nuestros padres le
confiaron a Disney la nuestra. Gracias a Dios que estos niños no
van a pillar nada.
Para que mis palabras no
induzcan en un equívoco tengo que decir que la película me ha
encantado. Es un film familiar en el sentido humano, no en el
enfoque. El camino de hacerse mayor en Brave es el proceso de
comprender a nuestra madre. Es el choque de intereses entre el ser y
el deber ser, el afianzamiento de nuestra personalidad sin desmerecer
la educación y el influjo que nuestra família nos haya podido
inculcar. En los mundos creados por el cine americano siempre se ha
utlizado la fórmula independencia económica = independencia
familiar, como si el único deber de nuestros engendradores fuese
amamantarnos hasta depués de la universidad. En Toy Story ya se
empezaba a introducir esta idea sobre el crecimiento personal, por
una parte demostrando que la inmadurez y la valentía son estados de
ánimo, y por otra, sobretodo en Toy Story 3, dejando claro que
mantener vivos los recuerdos familiares del pasado es una forma de
hacerse mayor. Y ese es precisamente el camino que sigue Brave, su yo
y su disposición ante la vida surge de la fusión entre lo
aprendido y lo enseñado. Aceptar como parte de ella misma únicamente
lo que surge de su propia experiencia, desdeñando las enseñanzas
familiares, romperá el vínculo con su madre, y sólo aprendiendo a
combinar ambas realidades será capaz de reestablecerlo. Como suele
pasar en la vida real, el padre aquí pinta poco, pero es gracioso,
fuerte, y tiene un castillo. Tampoco se le puede pedir mas a un
padre, ¿no?
Merece una mención especial el
ya clásico corto de Pixar. Una oda a la família mediaterránea que
resume en pocos minutos y con unos cuantos gruñidos la lucha
histórica entre seguir al padre o al abuelo. Quizás nuestros padres
nos dieron la manutención, nos castigaron cuando sacábamos malas
notas y nos obligaban a comernos las lentejas. Pero nuestros abuelos
nos educaron y nos llevaron al parque. Con un sencillo juego de
gorras y formas de bigote se muestra el dilema que se nos presenta
cuando cada uno de ellos se quiere ver reflejado en nosotros pidiendo
cuentas de lo vivido. Menos mal que la historia tiene un final feliz,
gorra para atrás y ojos que se abren para poder “ver".
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