martes, 14 de agosto de 2012

Brave (Indomable)




Los carteles generan desconfianza. Poner a una niña pelirroja y su arco sobre unas letras gigantescas que rezan "Brave (Indomable)", nos incita a pensar que estamos ante otra película de animación para los más pequeños. Pobres padres y pobres hijos, se van a llevar un buen chasco; solamente una escena de caídas en 90 minutos. Quizás la inclusión de los pequeños principitos pelirrojos y sus trastadas provoque algunas risas infantiles en el auditorio, pero en suma, el tiempo pasado viendo la película se convertirá en un rosario de amargura por culpa de los chirriantes gritos de la muchachada para la mayoría de los padres y para los que como yo, iban a ver un producto perfecto como suelen serlo los de Pixar. Porque reconozcámoslo, Pixar no hace películas, hace productos, y muy buenos por cierto. Estudiados concienzudamente desde preproducción para atraer a las salas al mayor número de público posible: desde bebés que solamente disfrutarán de los colores brillantes y atractivos que inundan cada escena, pasando por las niñas prepuber que adoran a las princesas, sin olvidar a los “encantadores” niños que tanto disfrutan con las escenas de caídas y mamporros. Como es de esperar todo este target no puede ir sólo al cine, hecho que genera toda una corriente de vehículos monovolumen que emanan desde las más reconditas urbanizaciones del extraradio. Padres felices y agradecidos, que ven en el nuevo cine de animación la mejor forma para educar a sus hijos, de la misma forma que nuestros padres le confiaron a Disney la nuestra. Gracias a Dios que estos niños no van a pillar nada.



Para que mis palabras no induzcan en un equívoco tengo que decir que la película me ha encantado. Es un film familiar en el sentido humano, no en el enfoque. El camino de hacerse mayor en Brave es el proceso de comprender a nuestra madre. Es el choque de intereses entre el ser y el deber ser, el afianzamiento de nuestra personalidad sin desmerecer la educación y el influjo que nuestra família nos haya podido inculcar. En los mundos creados por el cine americano siempre se ha utlizado la fórmula independencia económica = independencia familiar, como si el único deber de nuestros engendradores fuese amamantarnos hasta depués de la universidad. En Toy Story ya se empezaba a introducir esta idea sobre el crecimiento personal, por una parte demostrando que la inmadurez y la valentía son estados de ánimo, y por otra, sobretodo en Toy Story 3, dejando claro que mantener vivos los recuerdos familiares del pasado es una forma de hacerse mayor. Y ese es precisamente el camino que sigue Brave, su yo y su disposición ante la vida surge de la fusión entre lo aprendido y lo enseñado. Aceptar como parte de ella misma únicamente lo que surge de su propia experiencia, desdeñando las enseñanzas familiares, romperá el vínculo con su madre, y sólo aprendiendo a combinar ambas realidades será capaz de reestablecerlo. Como suele pasar en la vida real, el padre aquí pinta poco, pero es gracioso, fuerte, y tiene un castillo. Tampoco se le puede pedir mas a un padre, ¿no?


Merece una mención especial el ya clásico corto de Pixar. Una oda a la família mediaterránea que resume en pocos minutos y con unos cuantos gruñidos la lucha histórica entre seguir al padre o al abuelo. Quizás nuestros padres nos dieron la manutención, nos castigaron cuando sacábamos malas notas y nos obligaban a comernos las lentejas. Pero nuestros abuelos nos educaron y nos llevaron al parque. Con un sencillo juego de gorras y formas de bigote se muestra el dilema que se nos presenta cuando cada uno de ellos se quiere ver reflejado en nosotros pidiendo cuentas de lo vivido. Menos mal que la historia tiene un final feliz, gorra para atrás y ojos que se abren para poder “ver".





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