Hoy
he estado viendo Jurassic Park una vez más, ya no recuerdo cuántas
veces lo he hecho. No es que sea mi película fetiche, pero sí una
de mis preferidas. Por culpa o gracias a ella empezó la fiebre de
los dinosaurios de los 90, inteligentemente aprovechada por Planeta
de Agostini para sacar su colección " Dinosaurios: Descubre
los Gigantes del Mundo Prehistórico". Los niños de mi
pueblo fuimos corriendo en masa al quiosko más cercano para acabar
con las existencias del primer número. Era de esperar, por 100
pesetas tenías unas gafas 3D de cartón, una tibia de Tiranosaurio y
una revista de 30 páginas con fotos en relieve. En realidad a mí me
importaban poco los dinosaurios, yo queria ver en 3D. En ese momento
empecé a replantearme la historia de la técnología humana, si el
celofán se inventó en 1924, ¿por qué hasta el 93 no nos habíamos
dado cuenta de que si le colocamos a unas gafas de cartón trozos de
celofan verde y rojo, podríamos ver en tres dimensiones? En fin, que
después de mucho insistir mi padre nos llevó a unos Multicines de
esos con salas dotadas de un sistema de sonido impresionante. Al
principio de la película te hacían la demostración, primero
empezaba un sonido como bajito y despues subía
ñññiiiiinnnnnnnnnnnnn. Todo eso mientras ponían las letras en
relieve con el nombre del sistema. El sonido aparecía por todas
partes, decían que era envolvente, y efectivamente se podía oír
algún rugido de dinosaurio que provenía del fondo de la sala.
Pero
vayamos a la película. En la escena de la caravana, cuando el
abuelete “buena gente” abre la botella de Moet mientras suelta su
célebre frase " No he reparado en gastos", mi
padre ya estaba roncando. En realidad creo que nunca ha visto una
película completa, por eso le gustan tanto los Western de Canal Sur,
visto uno vistos todos. En fin, tampoco me sorprendió lo mas mínimo.
Después venía la escena más preciosa jamás filmada, esa en que
con la típica musica de jurassic Park se nos muestra la belleza de
la isla. En serio, la sensación de felicidad que me inundó al ver
en aquella pantalla gigante esos paisajes no me la he podido borrar
de la memoria.
Con
el trascurso del filme empiezas a darte cuenta de que lo tiene todo.
Una historia de amor entre los protas; mostrando el camino
dialéctico del Macho en la aceptación de la paternidad como algo
irremediable después de haber sido sugestionado por su propia
Hembra; un matemático filósofo que lo sabe todo y suelta chistes
ingeniosos e intelectualoides; un niño pesado, frágil pero en
realidad valiente; una niña rubia mona en la edad del pavo y que por
suerte para todos es una friki de la informática; un programador
gordo y extravagante que lo jode todo por dinero y debe acatar la
justicia poética al morir de forma desagradable; un abogado al que
sólo le importan los beneficios y que acaba convirtiéndose en la
cena del tiranosaurio; un hombre negro que fuma (este es mi
preferido, aunque no entiendo por qué muere, supongo que nos querían
enseñar que fumar mata); malos malísimos en forma de Tiranosaurios
y Velociraptores; sin olvidar la típica escena del malo que viene
corriendo mientras huyes y ves lo cerca que está por el retrovisor
del coche.
Qué
película! Qué trama! Qué efectos especiales!. Cuando salí de allí
era una persona nueva, mucho más completa. Había aprendido todo lo
que hay que saber en cuanto a Ingeniería Genética, podría presumir
en el colegio diciendo que en realidad los dinosaurios no son
antepasados de los reptiles sino de los pájaros; y además, si me
encontraba con un Tiranosaurio en el parque, sabía que si me
quedaba quieto no me podría ver. Me sentía libre, mi conocimiento
sobre el tema era infinito.
Sin duda Parque Jurásico me marcó para siempre. Cuando la vi por primera vez yo tenía 8 años; desde ese momento cada vez que me he equivocado al introducir alguna contraseña en el ordenador, en la play o en el móvil, mi cerebro ha rememorado ese primer visionado mientras mis labios pronunciaban con vértigo y placer esta frase: “ha ha ha, no dijiste la palabra mágica, ha ha ha, no dijiste la palabra mágica”.
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